Al salir de Buchenbald, Romek volvió a la vida.
Había pasado parte de su infancia en uno de los campos de concentración nazis más crueles.
Pero su vuelta a la vida no fue fácil. Sin familia, sin hogar, sin referencias vitales, contó con el apoyo de un profesor que nunca se dio por vencido, ni en los peores momentos. Y Romek, poco a poco, fue recuperando su propio pasado, su confianza en el mundo y sus planes de futuro.
Tuvo que aprender a ir de la oscuridad a la luz, de la desesperanza a la ilusión, del odio al perdón.
No es de los mejores libros que he leído sobre el Holocausto, con algunos fallos históricos incluidos. Sí es el primero que obvia casi totalmente la vida en el campo de concentración y se centra principalmente en la vida de los liberados en los primeros tiempos y sus dificultades para reintegrarse en la sociedad.
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