En esta entrega, el inspector Jon Gutiérrez es secuestrado y devuelto con unas bombas alojadas en su cuerpo que se activarán si él y Antonia Scott, su compañera, no consiguen resolver a tiempo una serie de pruebas.
Es ésta una carrera contrarreloj en la que los protagonistas tienen, también, que intentar impedir que prospere una conspiración y llevar ante la justicia a White, responsable principal y un ser de lo más escurridizo.
Aunque la historia mantiene la atención y el interés tanto como las dos anteriores, no acabó de engancharme de igual manera. Si en las otras entregas usaba muchos tópicos, aquí aprecio un uso más que abusivo y, además, algunas escenas chirrían bastante, parecen metidas con calzador.
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